viernes, 1 de agosto de 2014

Orientales, la patria y el fútbol


Desde su propia concepción, el Uruguay pareciera carecer de una identidad que nos identifique a todos, es que desde nuestra génesis, como patria, no estaba claro si algún día íbamos a llegar a ser independientes de alguien, si seríamos porteños o brasileros. No estaba claro de qué lado estábamos o mejor dicho, no se tenía claro a qué bando íbamos a pertenecer, porque lo único realmente claro era el lugar donde estábamos: al oriente del río Uruguay. Lo que nos condeno de por vida a ser un país sin nombre, que por fuerza de uso nos llamamos Uruguay, cuando en realidad nuestro nombre es una posición geográfica. Es como si yo me llamara "el que vive al costado del arroyo Miguelete" y la gente a fuerza del uso de mi nombre me termine llamando Miguelete. Eso es lo que nos terminó pasando como nación, es como si los padres de la patria no tuvieran muchas ganas de andar pensando un nombre, cierto que por esas épocas, entre batallas y traiciones, buscarle un nombre a la criatura era lo menos importante, cuando no se sabía a ciencia cierta si la criatura iba a terminar naciendo.



Esa sea tal vez la primera razón para no saber bien que somos, sé que muchos pensaran "los uruguayos somos mate, rambla y asado", esas en realidad, son las costumbres, pero eso no es algo que uno pueda hacerlo salir a las calles a manifestarse orgulloso, de hecho no tenemos el día del mate y tampoco salimos todos con una escarapela en forma de tira de asado. Mucha gente sabe qué día es el 4 de julio pero si se le pregunta qué diferencia hay entre el 18 de julio y el 25 de agosto se les arma terrible lío en la cabeza. El concepto patria es algo difuso, que, como en una nebulosa no quedan claro sus límites, de donde viene ni hacia dónde va. Entonces, ¿qué somos? Siguiendo el razonamiento de Renné Descarte, empezaremos a ir descartando hasta llegar a confirmar que cosas si somos.



Si acaso, es más fácil saber que es lo que no somos, sabemos que no somos brasileros y Dios nos libre tener que ser "porteños" preferimos ser croatas antes que porteños, como decía El Cuarteto de Nos tampoco somos latinos, nada más lejos de Marc Anthony que Jaime Roos, tampoco podemos decir que somos europeos, hace rato que dejamos de descender de los barcos. No tenemos definido si somos conservadores o progresistas, de Nacional o de Peñarol, del interior o de la capital; de adentro o de afuera; si veneramos a la Pachamana o a Steve Jobs. Pero si estamos acá es porque algo somos "Cogito ergo sum".



Entonces, es difícil encontrar algo que mueva desde sus entrañas a la gente, que sea verdaderamente un agente movilizador, que nos haga sentir a todos como un solo ente.



Pero hay algo que desde hace un tiempo nos devolvió a los uruguayos el tener un objetivo común, algo que hacía ya unos cuantos años se creía perdido: la selección de fútbol.



Y no se trata aquí de discernir si la selección juega bien o mal, si el "Maestro" se guarda los cambios o si está bien la sanción a Suárez. Lo que el fútbol genera en nosotros trasciende más allá a lo meramente deportivo. El análisis de nuestra selección le cabría más a un sociólogo que a un periodista deportivo. Acá nadie se levanta un 25 de agosto y se va a cantar el himno a la plaza de la bandera y seguramente si estamos en la escuela con el nene, de nuestra boca casi no se distinga si cantamos el himno o estamos repitiendo de memoria la lista del súper, pero es seguro que si estamos en el estadio y pasan el himno, nos hinchamos el pecho cantándolo. Es como si solo fuéramos patriotas cuando juega la "celeste".



Y en el caso de esta selección, más allá de resultados deportivos, nos dio a los uruguayos un motivo de orgullo. Y esto si hay que agradecerle a Tabárez, él hizo que un equipo deportivo fuera ejemplo. Ejemplo de trabajo, de sacrificio, de saber que las cosas a veces no salen y que no importa el resultado mientras uno no se aparte del camino trazado, con la convicción no solo de tratar de hacer las cosas bien, sino además de hacerlo de forma ética. Atrás quedaron las épocas que ganábamos de vivos, que si perdíamos no agarrábamos a las piñas con el otro cuadro, con el juez, con los hinchas y con el vendedor de coca cola, quedo atrás eso de que cuando los jugadores venía a jugar a la selección se escapaban de noche y se iba a visitar a las "primas" para después caer borrachos y mal dormidos. Hoy la imagen es trabajo, compromiso, de tipos que a pesar que ganan millones se rompen el alma, de gente que cuando tienen un rato libre se los ve con la familia y no haciendo puerta en un boliche. Esos valores se ven y se transmiten, hoy los niños se ponen la camiseta y quieren ser como Forlán o Cavani, ya no miran a estrellas foráneas, las estrellas son nuestras y están ahí. Colgamos la bandera uruguaya de los balcones, de los autos, de las motos, de los carros tirados por caballos. Los niños de las escuelas de Melo juntaron "los trapos" he hicieron una bandera de cien metros. No hay evento que genere tanta efervescencia patriótica como un partido de la selección.


Ojalá que eso quede impregnado en la gente y siga como una avalancha, tapando de buenos ejemplos el sentirnos unidos por una causa. Ojalá que surjan nuevas demostraciones de sentir popular, porque eso significaría que encontramos un camino común a todos.