Es lindo recordar lo que alguna vez fue Punta del Diablo, un manso y pintoresco pueblo de pescadores, con sus puestitos de ventas de artesanías.
Hoy devenido en balneario de seudo de lujo que sin embargo sigue conservando secretamente esa magia entre las maderas despintadas de sus barquitos de pescas, que descansan tranquilamente sobre la arena esperando otro día de faena.
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