martes, 10 de septiembre de 2013

Tersas Armonías


Estimado Luis Julio:
Soy parte del selecto grupo de oyentes de su prestigioso programa radial "Música Clásica, alimento del alma". Por intermedio de esta misiva quiero hacerle saber de un error, supongo involuntario, que en su afamado programa se dio la semana pasada. Como recordará, la semana anterior en su alabada audición, se anunciaba el concierto del cuarteto de cuerdas "Tersas Armonías", en los salones de la Sociedad Filantrópica Teresita Mignone, dicho salón se anunciaba en la calle Los Churrinches 5760.
Con mi señora, María Marta, nos aprontamos entonces a concurrir el sábado a la noche a dicho evento. Como habitualmente lo hacemos, con María Marta, nos preparamos para ir a la gala, yo con mi traje de fiesta y zapatos esmeradamente lustrados; ella con un vestido de raso, zapatos comprados en Paris y tapado de visón.
A la hora acordada partimos en nuestro Mercedes Benz a la cita, como desconocía la dirección utilice el GPS del coche para poder guiarme. Luego de andar un largo trecho los caminos se volvieron un tanto más inhóspitos, las calles oscuras y descampadas pronto se volvieron caminos entre pastos altos, al cabo de un rato llegamos a un pequeño dentro urbano, de casas derruidas y paredes húmedas. Siguiendo con las indicaciones del GPS encontramos por fin el lugar. Si bien el según lo anunciado, el concierto debía ser en la Sociedad Filantrópica Teresita Mignone, nos llamo la atención, que el precario cartel colgado sobre la puerta de entrada rezaba "La Cueva del Tolo". De todas maneras, como ya habíamos conducido un largo rato y a pesar de lo desaseado del lugar, decidimos entrar a disfrutar del concierto. Después de todo la cultura no tiene porque tener un lugar especial para tocarse ya que la música se siente con el alma, no así el ruido que provenía desde dentro del local, que seguramente se sentía a dos cuadras.
Al ingresar al lugar, un señor de aspecto tiñoso, algo brusco y de mal humor nos vendió las entradas. Entre el sonido elevado poco pude distinguir lo que el señor me hablaba, como al pasar capte las palabras hard, heavy, infierno y Satán. A los gritos pude pedirle al señor el programa de la velada, se río y en un papel, que daba toda la impresión que se trataba de una fotocopia, se podía leer las orquestas que iban a amenizar esa velada, infructuosamente trate de hallar al cuarteto Tersas Armonías entre quienes iban a deleitar la noche. Supusimos, con María Marta, que el cuarteto sería la sorpresa del evento y por ello no se encontraba en la lista junto a Invocación a Satán, Cuchillo Sangriento o Apestosas Criaturas.
Antes de descender por la angosta escalera, sucia, oscura, de la que ascendía una fetidez vaporosa propia del viaje infernal de Dante; note que a María Marta la tenían con las manos apoyadas contra la pared mientras la cachaban en busca de armas de fuego o cortes carcelarios, en ese momento me pareció un tanto precario, y porque no exagerado, el sistema de seguridad con el que contaba el ya sospechoso lugar. 
Luego del cacheo pertinente hacia mi persona, en el cual amablemente un caballero se dispuso a sacarme las llaves del auto, suponiendo yo en ese momento, que dicho caballero además de guardia de seguridad también hacia las veces de valet parking.
Descendimos por la oscura y fétida escalera, unos pegajosos pasamanos nos sirvieron de apoyo hasta alcanzar por fin el salón. 
Debo confesarle estimado Luis Julio, que ya a esa altura de la noche sospechaba yo que en ese lugar no iban a sonar las dulces y embriagantes melodías de Tersas Armonías. Más aun cuando le pregunte a un muchacho sobre que orquesta, grupo de vientos, o cuarteto bocal era el que abriría la velada y este, en forma poco cortés, me anuncio que la próxima banda era un grupo hard rock lésbico llamado Clítoris Asesino. La cara de María Marta en ese momento se desdibujaba entre asombro o asco, no tanto por la actitud un tanto amorosa de la chica de la batería con la cantante, sino porque se dio cuenta que un gran roedor roía con esmero el taco de uno de sus zapatos.
Para salir de tan penoso momento trate de encontrar al maître y pedirle una botella de champagne Ruinart o en su defecto un Shiraz Barossa Velley 1967, algo donde lavar el mal transe. Infructuosa tarea la de hallar al maître, ni que decirle Luis Julio, que el local no contaba ni siquiera con camareros. 
Mientras en el escenario, Clítoris Asesino emitía violentos sonidos, algo parecido a música, pero que difícilmente entrara en esa categoría, intentamos acercarnos a la barra para pedir un trago. Luchando por llegar, los muchachos del salón danzaban al mismo violento ritmo que provenía de plató. Al fin llegamos y pude pedir primero y gritar luego al señor que regenteaba el expendio de bebidas, que nos sirviera una copa de algún licor que nos revitalizara un poco a mí y sobre todo a la ya azorada María Marta. El mesonero, supongo yo que debido a lo elevado de la música, no entendió mi pedido y lo único que nos alcanzo fue una botella de cerveza y dos vasos de plástico. Ante mi sorpresa y tal vez por el desconocimiento que tengo por la cerveza, bebida que únicamente he probado en mis viajes a Amsterdam o Munich, abone la cerveza con mil pesos y no recibí cambio, sinceramente no hacía tan cara la cerveza en nuestro país. A pesar de los rastros de babosas sobre el mostrador y de que tuvimos que sacar una cucaracha dentro de mi vaso, la sed pudo más y terminamos por degustar el licor de cebada y lúpulo. 
Luego de terminarnos nuestra bebida supusimos que el cuarteto Tersas Armonías no se iba a presentar esa noche, decidimos regresar. Entre empujones, gritos e insultos tratamos de encontrar la escalera, que ya a esa altura parecía el mismo ascenso al cielo. Supongo yo que a causa de la cerveza me dieron ganas de orinar, le dije a María Marta que se adelantara mientras yo buscaba un baño donde evacuar mis necesidades. Vi a María Marta subir penosamente la escalera mientras yo pude distinguir la puerta del baño. Al llegar me di cuenta que era LA puerta del baño, y se lo pongo en mayúsculas Luis Julio, ya que era la única puerta del único baño del lugar. Hombres, mujeres y seres de sexo indefinido hacían usufructo del mismo recinto. Estoy seguro que ese lugar no ha recibido en mucho tiempo ni la inspección de sanidad correspondiente, ni la visita de ningún estilista. Las paredes con azulejos sucios y desgastados, las piletas rotas, las canillas de plástico perdían agua por todos lados. El inodoro inexistente, en su lugar un agujero en el piso cumplía su función. Cuando me disponía a hacer mis necesidades siento que alguien me respiraba cerca, muy cerca, casi en la nuca, sentía un susurro, al darme vuelta, un señor con gorra de policía, lentes oscuros, bigotes, campera negra de cuero, sunga de leopardo y un látigo me sacaba la lengua me quiso besar. Intenté explicarle al caballero que seguramente debido a los lentes oscuros se había confundido de persona, no sé cómo, pero logré zafarme de tan incómoda situación. Antes de retirarme del baño pude percatarme de algo que nunca había visto en mis setenta y ocho años de vida, unos jóvenes que no sé porque motivo estaban aspirando harina por la nariz, trate de explicarles que eso no se consumía así y los chicos se ve que me confundieron con alguna secta o de esas llamadas tribus urbanas porque me llamaron de viejo falopero.
Salí como pude del sótano, subí las escaleras pegajosas, sorteando a unos muchachos que vomitaban.
Al salir del local trate de ubicar a María Marta, grite su nombre, trate de llamarla al celular pero ya no estaba en mi bolsillo lo mismo que mi billetera. Camine unos paso y creí sentir su voz, efectivamente era ella, sentada en el cordón de la vereda tomaba del vino en caja que unas delicadas damas le habían ofrecido. Al acercarme más, pude percatarme que dichas damas no eran otras que las que antes estaban sobre el escenario, más que por su aspecto, me di cuenta que eran ellas porque la baterista seguía amorosamente muy mimosa con la vocalista.
Tratamos de encontrar el coche, que seguramente el valet parking, que además era de seguridad, celoso de su trabajo se lo había tomado tan en serio que se lo había llevado a algún lugar más seguro.
Por surte las chicas de la banda contaban con vehículo propio y nos acercaron en su combi a nuestro hogar. 
Luego de esta infortunada noche, mi querido Luis Julio, he sacado algunas conclusiones: la primera, el chico del valet parking jamás me devolvió el coche; la segunda, las chicas de Clítoris Asesino se toman muy a pecho lo de la hospitalidad y desde hace unos días las tenemos viviendo en casa.
Y por último, mi estimado amigo Luis Julio, quiero hacerle notar del error que cometió en su audición de la semana anterior y trata de revisar mejor los anuncios donde se realizarán los conciertos viejo trolo.

PD. El Mercedes apareció incendiado en una cuneta.

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