miércoles, 11 de junio de 2014

Gritos en la casa



























La puerta de pesada madera maciza, oscura, de herrajes oxidados y con signos de que hacia mucho no era abierta no fue impedimento para que entraran, a pesar que el largo y penoso repecho que habían caminado para llegar hasta ella los hubiera agotado. Bruno y Ana, agotados, decidieron quedarse afuera esperando. En tanto Diego y Andrea trataban de abrir la puerta, empujaron con fuerza varias veces hasta que cedió y pudieron entrar, antes de poder ver algo el olor a humedad los golpeó en el rostro. El salón estaba en penumbras, la luz que se colaba por la puerta que habían dejado abierta apenas dejaba ver las siluetas de los viejos muebles. Parados unos metros más adelante dejaron pasar unos segundos en completo silencio, se miraron directo a los ojos, él creyó ver dibujado en la celeste mirada de ella el temor que sentía en ese momento. Dieron unos pasos en puntas de pie como tratando de no despertar a nadie, pero el crujir de las derruidas tablas del piso ya delataban su presencia, paso a paso el murmullo de los tablones se iba apagando detrás de ellos.
De repente un grito sordo que parecía provenir de las habitaciones de arriba les helo el cuerpo, se tomaron de las manos decididos a seguir adelante. El ya ni miraba a los ojos de ella, a medida que avanzaban la penumbra les iba ganando. 
A tientas llegaron a la escalera, al tomarse del pasamanos notaron la fina capa de polvo que lo cubría todo. Encendieron la linterna, los tapices sucios, los cuadros torcidos, telas de araña por todos lados. A medida que subían el corazón les palpitaba más fuerte. El miedo que tenían no les permito notar que el sonido de su respiración se confundía con la de alguien más.

Súbitamente la pesada puerta del frente se cerró, desde afuera sus amigos que los esperaban solo escucharon sus gritos. Asustados salieron corriendo ya oscuras por el camino de piedras sueltas, nunca más supieron de ellos. 

viernes, 6 de junio de 2014

lunes, 2 de junio de 2014

La penúltima




Cuando por fin Hugo murió nadie se extraño, es que desde hacía mucho que el viejo venía jugando los descuentos y ya nadie, ni siquiera el mismo, se acordaba los inviernos que traía encima.
Después de unos días que no se lo veía en el frente de su casa barriendo las hojas secas sus vecinos comenzaron a sospechar. Después de muchas dudas, nadie se atrevía a entrar a la casa, hasta que por fin dieron con un sobrino que vivía en el pueblo más cercano.
La alfombra de hojas amarillas y rojas teñía el patio, el sobrino no necesito forzar la puerta, esta estaba cerrada pero sin el cerrojo puesto, con él iban dos vecinos cercanos, los que se animaron a entrar. Todo parecía en orden, las cortinas entreabiertas dibujaban rayos que se colaban por las ventanas, en la estufa quedaban restos grises de brasas, el tic-tac del reloj era los único que se llegaba a escuchar.
Al llegar al dormitorio lo vieron, inerte y frío con la blanca melena apoyada en la almohada y los ojos azules mirando al techo, ya nada había por hacer, descansaba en la cama con la foto de esposa entre los dedos helados.
Para el mediodía la noticia ya se sabía en todo el pueblo. su hijo, con el que hacía años no se hablaba y sus nietos llegaron para la tarde.
El médico le cerró los ojos con la palma de su mano, mientras conversaba con sus nietos escribía algo en un papel y les explicaba los por menores burocráticos del caso. Antes que terminara de hablar todos se sorprendieron al ver que volvía a tener los ojos abiertos. El médico los tranquilizo diciéndoles que era un acto reflejo y se los volvió a cerrar.
Los de la funeraria le pusieron el único traje que tenía, se lo acomodaron lo mejor que pudieron, le hicieron el nudo de la corbata y lo maquillaron un poco. Como era costumbre lo velaron en su propia casa. Muchos pasaron a saludar a la escasa familia, otros solo lo hicieron para ver la desconocida casa por dentro.
A la media noche el tumulto de gente hacía que el calor de la sala fuera insufrible, a pesar del invierno reinante en el exterior tuvieron que abrir las ventanas. Unas vecinas atentas se acercaron al cuerpo y le emprolijaron  un poco la ropa, el viejo traje no lograba mantener la línea y las arrugas comenzaban a aparecer, el pañuelo del bolsillo estaba medio salido.
Para las tres de la mañana los pocos que quedaban no notaron la cara de cansado del finado y menos aún lo desalineado de la corbata. Sería tal vez que se paso toda la vida con cara de enojado que parecía como fastidiado, se sabe que los velorios no son algo divertido, pero que el aburrido sea el muerto no era algo común.
A la mañana, cuando llegaron nuevamente los de la funeraria para llevárselo encontraron el cajón vacío, la corbata tirada y una nota que decía “Perdonen, me aburrí de esperar, estaba incomodo, la corbata me apretaba y además todavía no ha llegado mi hora de partir”.  Nadie lograba entender lo que había ocurrido, pensaron algunos que sería la mala broma de alguien, la familia apenada busco el cuerpo por todos lados, el comisario en el único patrullero del pueblo escudriño por cada rincón del lugar sin llegar a encontrar nada.
A los días su familia volvió cada uno a su lugar, con el tiempo la gente se fue olvidando del tema y Hugo paso al olvido.
De vez en cuando alguno viene con la noticia que se encuentra con alguien muy parecido a Hugo, sin corbata, con el traje arrugado, acodado en algún boliche tomándose la penúltima.  

lunes, 12 de mayo de 2014

Ya vas a llegar

Hola, sé que apenas me podés escuchar, pero no importa igual quiero
que sepas que te quiero mucho. Ahí donde estas ahora, calentito y
protegido, por el momento no precisas nada. Ya va a llegar el día que
salgamos a jugar a la pelota, que escuchemos música juntos, que le
cantemos canciones a Mamá, que dejes tus risas tiradas por todos los
rincones de la casa. Ya va a llegar el día que tus sonoros juguetes
invadan nuestra vida y que vos escuches los rezongos del abuelo
Carlitos. Ya va a llegar, pero por el momento yo solo te hablo para que el
día que llegues me reconozcas entre todas las caras desconocidas.

viernes, 2 de mayo de 2014

Los sonidos de las sombras




















En medio de la oscuridad el despertador lo sobresaltó, ya era la hora de levantarse a pesar que tenía la sensación de haberse acostado recién. Medio a los tumbos fue hasta la
cocina y puso el agua para el mate. Tobías no ladraba pero se hacía sentir con su fuerte respiración.

Se lavó la cara y se quedó un rato escuchando el agua del grifo correr, le recordaba el canto del arroyo de la casa de su infancia.

El silbido de la caldera lo sacó de sus recuerdos, fue torpemente desperezándose y apagó la hornalla. Busco la bombilla y recién la pudo encontrar cuando la empujó sin
querer y la sintió golpear contra el piso. Preparó el mate todavía en medio de la oscuridad, sebo los primeros calientes escuchando el informativo de la mañana, mientras hacía tiempo para salir a trabajar. A las nueve y media sonó la alarma, ya era hora de salir para la oficina.

Sumergido en la oscuridad de la media mañana le puso la correa a Tobías, tomó su bastón y salió a enfrentar otro día más sin luz en un mundo, para él, solo de sonidos.

martes, 29 de abril de 2014

Demagogia


Se aproximan unas nuevas elecciones y sabemos que latente se cansa de tantas promesas vacías. Nosotros desde nuestras filas no queremos ser menos y también nos proponemos cansar a la gente con nuestras propias ideas.
Todos estamos cansados de los problemas que aquejan al país, de que nadie haga nada, de vetustos políticos sentados en sus mullidos sillones sin mover un dedo en hallar soluciones a los problemas de la gente. Nuestro programa de gobierno atiende los puntos más sensibles de nuestra sociedad.
Seguridad: Sin duda alguna un tema que ha dado que hablar, muchas han sido las propuestas, algunas demasiados tímidas como para que se noten. Nosotros queremos ir más allá, llegar hasta el hueso. Proponemos bajar la edad de imputabilidad a los ocho años. No queremos más niños infractores traficando figuritas del mundial en el patio de las escuelas. Evadiendo claramente los impuestos, por fuera del control de las instituciones. Para ello, además, va a ser el Estado el que se encargue de la venta y distribución de dichas figuritas las que serán vendidas en farmacias previo registro de los  menores.
Por otro lado la gente se muestra preocupada por los indices de robos, en nuestras filas estamos convencidos que hay que tener más policía en las calles, saquemos a los militares que se pasan tomando mate todo el día, saquemos a los empleados de la intendencia que nunca laburan y hagamos una policía que este presente en todos lados. Un policía por cuadra, una comisaría por manzana, un helicóptero por barrio y un francotirador en cada esquina son más que suficiente como para dar tranquilidad a la vecina que va a hacer los mandados.
El actual sistema carcelero esta al borde del colapso. La policía agarra el ladrón, el cual es procesado, y a la semana se escapa, con el consiguiente esfuerzo por para de la policía para poder recapitular a ese delincuente. Nosotros proponemos que no los busquen más, ante la premisa del que se va sin que lo echen vuelve sin que lo llamen, esperemos que vuelvan solos.

Social: Un gobierno nuestro no va ser insensible ante el problema de la pobreza y como ella afecta a los niños. Nosotros no queremos más niños pobres pidiendo en la calle, nosotros vamos a sacar a esos niños y vamos a mandar a los niños ricos a pedir a los semáforos. Pretendemos una sociedad más equitativa.

Educación: Como todas nuestras propuestas están ligadas unas con otra vamos juntar la propuesta social con la educativa. Y si antes era "una computadora por niño" a partir de nuestro gobierno va a ser "un por computadora", es decir, cada vez que alguien se compre una computadora nosotros le vamos a dar un niños de esos que pedían en la calle. Y que cada nuevo usuario de computadora se haga cargo de ese niño, de su educación y de su alimentación.

Turismo: La llamada industria sin chimeneas es la imagen del país, es por ello que debemos cuidar nuestra imagen y para ello nuestra idea es demoler los asentamientos al lado de las rutas y darle carpas a la gente pobre para que vida. De esa manera acabamos con los llamados "cantegriles" y le hacemos creer a los visitantes que "esa gente" está acampando.

Deportes: si el clásico es el partido que más entradas vende entonces no seamos tontos, aprovechemos esa circunstancia cambiemos el nombre a todos los clubes deportivos del país, por el de Nacional y Peñarol y tengamos clásicos todos los fines de semanas en todas las disciplinas.

Salud: Atentos a la salud del pueblo y de de la escasez de especialistas nuestro partido de llegar al gobierno decretará que se cierren las facultades de Bellas Artes, Comunicación, Sicología y Sicología (profesiones sin ningún tipo de provecho) y  que en su lugar se hagan facultades de medicina. Sabemos que si todos los sicólogos del Uruguay fuesen médicos acá no habría más enfermos.

Seguiremos con nuestras propuestas, sabemos lo difícil de nuestra empresa, a nosotros nadie nos regala nada, pero continuares con nuestra lucha, dando a conocer nuestros proyectos.

lunes, 7 de abril de 2014

La despedida



Se despidió con un beso en los labios aún tibios, tierno y dulce como siempre, como nunca más. Ella estaba ahí como hacía tiempo, con los ojos cerrados, serena y tan linda como el primer día que la conoció. Juan se incorporo, le acaricio por última vez la frente y se marchó en silencio. Cruzo la puerta y atrás dejo su vida, la de ellos. Un poco encorvado, casi arrastrando los pies marchó por última vez por los pasillos del hospital. En un pequeño bolso de cuero negro cargaba las pocas cosas que le hacían compañía, la radio, un portarretratos con la foto de ellos, una muñeca de su infancia, la última carta que le escribió y que ella nunca llego a escuchar. En un rincón de su alma cargaba con sus recuerdos, los más lindos, ese día las fotos parecían pocas.

Sus hijos y nietos no lograron convencerlo de quedarse para el sepelio, para él eso ya era solo un trámite, ella dejo de estar con su último suspiro, la que quedo en la cama del hospital ya no era su mujer, su compañera.
Apesadumbrado, mirando al piso, con el rostro imperturbable salió a la calle, por entre las nubes se colaba los primeros rayos del amanecer, todo se teñía con el dorado que dejan las hojas de otoño, los primeros fríos de abril le helaron el rostro, se levanto el cuello de la campera y camino errante por la ciudad que se desperezaba.
Después de mucho caminar llego a la punta de la escollera, apoyo el bolso en el piso, se metió entre las rocas que cortaban las frías olas. Allí parado, solo, de cara al horizonte con las gotas de las olas pegándole en el rostro grito bien fuerte, casi hasta quedarse sin voz, lloró como un niño y por primera vez en meses podía sacar todo afuera, se había mantenido fuerte sin quebrarse ni un momento, fue el sostén de ella, la acompaño siempre con una sonrisa, con una palabra de aliento que sedaba el dolor.
Miró las puntas de las rocas que sobresalían del agua, con los brazos abiertos dejaba que el viento lo meciera. Se dio media vuelta, sobre sus paso regreso, tomo el bolso, prendió un cigarrillo le dio una par de pitadas y lo tiró, detrás del cigarro fue la caja, quiso cumplirle la última promesa.

Para la tarde cuando volvió a su casa ya le costaba recordar su voz y su cara, era como si lo único que tenía era su ausencia, sentía su vació en el pecho. Sabía iba a salir adelante, pero con ella se había ido la mitad de él. Cruzó el patio del frente, puso la llave en la cerradura, la puerta ya no pesaba tanto como aquel día que volvieron del doctor. Entro en silencio a la casa, el aroma a ella persistía aún en todos los rincones. No quiso abrir las persianas, demasiada luz le hacía doler los ojos. Tampoco paso por la cocina a servirse algo de comer a pesar que hacía casi dos días que no comía. Fue directo al cuarto; la cama impecablemente tendida como a ella le gustaba; sobre la mesa de luz de él un portarretrato con una foto de ella en sus últimas vacaciones cuando aún no se le notaba tanto la enfermedad. corrió un poco la cortina y la tenue luz lleno la habitación de vida.

Se sentó en el borde de la cama, del bolso saco una servilleta prolijamente doblada con la última carta de ella, la desdobló y la leyó una vez más antes de guardarla en la mesa de luz, "gracias mi amor por todo lo que me diste, ahora que no voy a estar trata de cuidarte, yo te voy amar por siempre".

El cuerpo le pesaba, el cansancio le estaba ganando, las horas de vigilia se le venían encima. Se saco los zapatos y se dejo caer sobre la almohada con funda bordada. Los párpados se le cerraron poco a poco, sintió como todo el peso del cuerpo se fue enterrando en su lado del colchón. Fue cayendo como sedado en el más profundo sueño. Al otro día, luego de horas de sueño en meses, la angustia en el pecho persistía, pero la paz de saberla en un lugar mejor lo tranquilizo, por primera vez en meses no tenía que levantarse para ir al hospital, por primera vez no sentía la pena de saber que estaba sufriendo.

Se desperezo, miro su foto un rato más y se levantó. Fue al baño, lo que el espejo le devolvía no parecía él, más canoso, desprolijo, solo sus ojos grises lo hacían verse un poco más vivo. Se afeito lentamente, abrió el agua caliente hasta que el vapor invadió su imagen en el espejo. Se saco la ropa que hacía días llevaba puesta. No salió de la ducha sino hasta que el agua fría lo empezó a helar.

Entre el desorden de su estante saco una de las pocas remeras limpias y un pantalón sin planchar, la ropa de ella seguía tan ordenada como siempre. Frente al espejo del cuarto trató de enprolijar un poco el ya largo pelo cano. La luz de que se filtraba por la ventana era tan tenue que apenas se reflejaba en el espejo. Cuando terminó de aprontarse fue hasta la cocina a prepararse algo para comer. Tranquilo fue preparando la comida, se sentó el la mesa del comedor, prendió la tele pero casi no la escuchaba seguía con la cabeza en otro lado. Afuera parecía que el tiempo estaba lindo, el sol asomaba entre las rendijas de las ventanas.

Decidido tomo la campera y salió a la calle, sintió en seguida como el calor del sol le golpeaba en la cara, animado caminó como si el cuerpo no le pesara. La gente en la calle parecía absorta de él. Paso frente a la vidriera de un comercio, vio los zapatos, las camisas colgadas pero su reflejo era pálido, apenas podía ver su rostro envejecido. Camino un poco más hasta la plaza, siempre se resistió a darle migas a las palomas, decía que eso era cosas de viejos. El sol del mediodía le estaba dando calor, sintió que demasiado para la época del año, se saco la campera. Mientras caminaba de espaldas al sol se percató que su sombra se hacia cada vez más difusa, al llegar a la avenida la había dejado de tener. Quiso asustarse, pero no pudo, se dio cuenta que como ella le había advertido debía cuidarse.

Su cuerpo seguía en la cama desde el día anterior. Él, ahora feliz como hacía mucho tiempo no se sentía, seguía el camino para encontrarse con ella.