Desde el próximo mes y hasta mayo del año que viene los uruguayos entramos en la maratónica carrera electoral. Con una casi posible segunda vuelta, más elecciones municipales, más un plebiscito, ejercemos a plenitud el sano deporte de la democracia. Aquella que le da al pueblo los mecanismos de participación, la misma que desde la época de Platón y Aristóteles se definía como el gobierno "de los más", donde es el pueblo el que define quién es el candidato que mejor representa los intereses comunes.
Desde 1828 a nuestros días en el país han pasado un poco más de 60 presidentes, de esos sólo en 40 oportunidades fueron elegidos de forma constitucional, los otros 20, que en algunos casos fueron primero designados legítimamente, decidieron por ellos mismos que la mejor opción para conducir el país eran ellos mismos. Es que hay veces que esas cosas pasan, alguno por ahí se imagina que el resto no sabremos elegir bien y toman la decisión por los demás. No es que sean malas personas o déspotas, es que se ve que son iluminados. A esos iluminados algunos los llaman dictadores, póngale el nombre que quiera, pero ellos son patriotas que buscan el bien del país, tal vez en el camino cometan algunos excesos: algún empresario acomodado, alguna tortura aislada, algunas personas que mágicamente desaparecen. Pero a no quejarse que lo hacen por el bien de todos, que al final uno parece un desagradecido y se anda quejando por todo.
Para que estos iluminados no tengan necesidad de andar eligiendo por uno es importante la participación en la vida política de los ciudadanos, aunque más no sea yendo a votar. El acto de votar no solo es un derecho, por ley es obligación, pero por sobre todo debe representar un compromiso de cada uno con la sociedad. Es ser parte activa de la política y si no le gusta ningún candidato o siente que ninguna de las opciones le seduce, siempre puede votar solo al parlamento, pero si además considera que nada de la oferta política es de su gusto le queda la gran chance de postularse usted mismo como candidato. Eso es lo maravilloso de la democracia, que en teoría, cualquiera puede ser diputado, senador o inclusive presidente, sólo debe encontrar a unos miles que les guste su propuesta, su cara o su jingle y listo, ya está representando los intereses de una parte de la sociedad.
En definitiva la democracia es el gobierno del pueblo, y entonces para que exista el sano ejercicio de la democracia necesitamos un pueblo libre eligiendo y un selecto grupo de candidatos de donde poder elegir.
Más allá de las preferencias políticas de cada uno, debemos suponer que cada uno de los candidatos en carrera para las próximas elecciones, tienen ciertas características que los convierten en modelos. Realmente son pocas las personas que leen los programas de gobierno, la mayoría votamos un color, pero por sobre todo nos seduce el candidato que reúne el ideal de persona que queremos que maneje el país por los próximos cinco años. Honestidad, en lo posible que no se quede con ningún vuelto, que no de preferencia a algún empresario amigo o que no se rodee de familiares; laburador, si puede trabajar de las 8 de la mañana hasta las 10 de la noche mejor, que vaya a todas las inauguraciones, que cante el himno en todas las fechas patrias, que de discursos elocuentes; una imagen intachable, siempre bien vestido, peinado, casado, con hijos y si tiene perro mejor. En definitiva el candidato debe ser un modelo, uno se lo imagina siendo siendo una estatua en una plaza. Un modelo casi perfecto de ser humano.
Pero qué pasaría si un día los papeles se invierten, si en vez de elegir un candidato hay que elegir un pueblo, ¿podríamos decir que cumplimos con los mismos requisitos? ¿nos consideramos un modelo de pueblo al cual un candidato nos quisiera votar?
Veamos pues que tan honestos somos, que tanto laburamos, que ejemplo somos para los demás. Será que podemos prometerle a nuestro candidato ser un pueblo digno de que nos elija. "Sr. candidato le prometemos esforzarnos por dar lo máximo por nuestro país, en respetar las leyes, o por lo menos esforzarnos por tratar de respetar las reglas mínimas de convivencia, de no tirar papeles en la calle, en dejar la basura adentro del contenedor, de no cruzar con la roja, en no colarnos en la fila del súper, en ventajar al otro, en no faltar al laburo fingiendo una gripe, en darle el asiento a una embarazada, en ser gentiles y solidarios con nuestros vecinos, en ser puntuales en nuestras citas, en levantar la caca de mi perro, en leer más libros y ver menos Tinelli, en tomar en cuenta a los ancianos, a cruzar en la esquina, a comer más sano. En definitiva Sr. Candidato, votenos que le prometemos ser ese pueblo que todo candidato quiere tener."
Porque en definitiva de eso también se trata la democracia, en poder elegir pero también en el compromiso de todos de hacer de esto algo mejor, no le exijamos al candidato lo que nosotros mismos no estamos dispuestos a hacer como sociedad, porque un gobierno solo no puede hacer los cambios y las cosas solo cambian para mejor cuando el compromiso es de todos.