sábado, 8 de junio de 2013

La Pesca

Llegó temprano, el día auguraba buena pesca. Se sentó a la orilla del río y lanzó las primeras líneas al agua. Siempre que sentía que un pez mordía el anzuelo, recogía la línea, le arrancaba el anzuelo de la boca y le atravesaba un cuchillo en el cuello. El pez caía con la boca destrozada y el cuello sangrando dentro de un balde.
A la tarde el cielo comenzó a cerrarse, la lluvia se avecinaba como un presagio.
Luego de un rato la pesca mermó, al tiempo que las nubes se iban oscureciendo. Cuando estaba a punto de marcharse sintió vibrar la tanza, la caña de arqueo la tomó con ambas manos, dejó ir un poco de línea y la volvió a recoger. Se aferró con fuerza, por la lucha que daba el pez notó que se trataba de algo muy grande.
La lluvia comenzó a caer primero suave luego ya con más fuerza.
La lucha se hizo intensa, la caña crujía, las gotas de sudor se confundían con las de lluvia. A lo lejos los truenos sonaban y si no fuera por los relámpagos ya casi nada se veía.
Se afirmo con fuerza, las manos callosas le sangraban, se metió al agua, primero hasta las rodillas y luego hasta la cintura. Un rayo cayó cerca pero no quería rendirse.
Los truenos sonaban cada vez más fuerte. La sangre caía lavada por sus muñecas.
De repente un sonido ensordecedor acompañado por una fuerte luz y el rayo que bajó directo a la caña. Se silencio todo y luego el tirón fue tan fuerte que ya no pudo mantener los pies aferrados al barro, voló junto con la caña dentro del río, un grito desgarrador apagó los truenos.
A los días su cuerpo apareció con la boca destrozada y el cuchillo clavado en el cuello.

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